2006/11/13

NEGRITOS VENDIENDO

Estoy viendo en un bar, concretamente en la sidrería Muñiz, un partido de fútbol de los que echan en Canal +, por ejemplo el Barça-Zaragoza. Es un partido interesante, incluso emocionante a juzgar por lo que se ve y sobre todo por lo que se oye. Para estos comentaristas, que tienen entren sus objetivos los índices de audiencia, no hay partido anodino, todos son el partido del siglo. No tengo ni idea de si en Senegal se juega al fútbol, incluso de si allí es un fenómeno de masas, pero seguramente no entrarían si estuvieran echando un partido de baloncesto, claro que si echan baloncesto, no estaría yo en el bar y no me encontraría con ningún negro. Entra un negrito, en realidad un negro, ya no era un niño, con un carrito de la compra de esos estilo ¿Rölster?, ofreciendo pantalones vaqueros, que otros más cursis dicen tejanos, a los clientes. Nunca había visto negritos ofreciendo vaqueros por los bares, sí películas, CD´s, más raramente camisetas, pero ¿vaqueros? Este emprendedor merece toda la suerte del mundo. Me llaman la atención, me los imagino no hace mucho llegando en una patera, con muchos compañeros muertos en el mar, como los muertos en viajes transoceánicos, que los echaban a los tiburones. De pequeño tuve un tiburón azul claro. Me imaginaba que era de los que comían las humanas patitas.
Seguí atento al partido cuando el ambiente no me llevaba por los cerros de Úbeda. Por ejemplo, la hoja deportiva, a rebosar de resultados, clasificaciones y anuncios de los patrocinadores, bares y cafeterías en su mayoría. Y, sorpresa, como una pica en Flandes, entre los anuncios, uno de Alcohólicos Anónimos. Eso sí que es valor, sí que es un puntazo, afán de superación, como Demóstenes, que siendo tartamudo llegó a ser el mejor orador de su tiempo.
Dice Juan Cueto (Juan CueNto, según los malévolos) que la tele hay que verla entre el barullo, o a través de un escaparate, o con la voz apagada, en definitiva, para disfrutar auténticamente de la imagen, para que las imágenes desplieguen todo su potencialidad (olé la cursilada), y estoy con él. El fútbol por la tele hay que verlo como dice Juan Cueto. No prodiga los artículos brillantes, de hechos muchos son anodinos, pero es un precursor.
El partido avanza y entre otro negro. Este se enrolla conmigo. Debo dejarme porque no es la primera vez. Este ofrece películas y música. Me preguntó que si sabía francés, hablamos un peu, algo me dijo de la barriga, no sé si le dolía o si la tenía vacía, o si los primero por lo segundo. Le ofrecí un pincho. O no lo entendió o no lo quiso, nos reímos y siguió intentando alguna venta con el personal de la barra.
Como el dinosaurio de Monterroso, cuando marchó el negrito de los discos, el de los vaqueros seguía allí, con su gorra roja, calada, y eso que maldita si hace falta a las diez de la noche, no se esperaba lluvia, el sol hacía tiempo que había puesto pero la gorra es un signo de distinción. Allí que quedó en la barra, sin tomar nada, vigilando el carrito, no se lo fueran a llevar, y atento de reojo a los clientes y a los dueños, por si le recriminaban su intrusismo, estar allí sin tomar nada. Es grande Occidente que te deja ver la tele gratis. Vida a salto de mata, pendiente de que los blancos les dejemos hacerse un hueco en la barra y en la vida. Gente admirable, pacíficos, que dan poco que hablar. Tengo sentimientos contradictorios sobre sus actividades, seguramente al margen de la ley, pero seguramente amparados por el estado de necesidad.
Otra vez Buridán.

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