2006/11/29

No me decepcionó. Nunca decepciona ver y oír a Francisco Sosa Wagner, dandy a su pesar.

Ayer tuvo lugar en el Club de Prensa de La Nueva España la presentación del libro ASTURIANOS EN LA POLÍTICA ESPAÑOLA del Catedrático de Derecho Constitucional de Oviedo Joaquín Varela. Introducían el acto Francisco Sosa y un miembro de la editorial.

Lo que ocurrió era de esperar. El presentador se comió al presentado, lógico pensando en la fuerza expansiva y mediática de Sosa, pese a la tenacidad y la seriedad de Varela. Como la foto que sale en la prensa la hicieron, como siempre, al principio, para cucrir el trámite e ir cerrando la edición, no refleja en absoluto lo ocurrido. Si hubiera esperado, habría tenido la oportunidad de obtener una foto psicológica con Sosa casi echado sobre Varela, sacando pecho, en esa postura intermedia que medio mira al autor, medio mira al tendido, con su sonrisa picarona, sus mofletes y la permanente pajarita, dandy contra el dandismo. Varela se tenía que echar hacia atrás y hacia el lado opuesto a Sosa, formando dos líneas paralelas oblicuas con respecto a la mesa.

¿Y lo que se contuvo después mientras hablaba Varela, que le daban ganas de apostillar cada frase?

No es una crítica, porque al fin y al cabo yo iba a ver a Sosa. Otro comportamiento me habría decepcionado.

Ya en otra ocasión me tocó presenciar algo parecido. Fue cuando Fulgencio Argüelles presentó en el Café Español uno de sus libros. Invitó por cortesía a D. Agustín, pero iba a introducir el acto Álvaro Ruiz de la Peña, que también estaba ayer entre el escaso público. Pero, ay amigo, cómo se iba a conformar D. Agustín sin traer a colación a los héroes de la mitología clásica, vinieran o no a cuento, que no venían..

Igual ayer, Sosa llevó la presentación a su terreno, a la elogiable estructura del Derecho Público alemán o de su plan de estudios, no me quedó claro, cómo en el Derecho Alemán no existe la distinción entre Derecho Constitucional y Derecho Administrativo. Mostró su sorpresa, y su elogio, por que un Catedrático de Derecho Constitucional se volcara más en el estudio de la historia que en las pequeños comentarios sobre lo que el Tribunal Constitucional escribe o deja de escribir. ¿No te dedicas a eso, no? Le vino a decir. Como entre el público podía haber otras “sensibilidades” hizo una salvedad de estilo por si acaso.

No dejó bien parada a España. “No somos un país serio”.

No se atrevió a meterse con los políticos, no en vano estaba allí el ingenuo ex presidente del Petromocho, quiero decir del Principado, Luis Rodríguez Vigil, que más bien, asistía en su condición de escritor de historias asturianas, brujerías y cosas así. De hecho realizó desde su asiento alguna apostilla histórica. El ex presidente no dejó de rascarse la cabeza, repantingado en la silla, mirando hacia atrás a ver quién entraba, como los niños pequeños en la iglesia, el ex presidente. No sé si es un patán o una muestra de que el pueblo llano puede llegar al poder.

Por lo demás, el auditorio era mínimo, quizá cuarenta personas, entre los que estaban el Director del Grupo Editorial, que no se prodiga mucho por otras conferencias; estaba Ramón Punset, otro catedrático de Derecho Constitucional, de grato recuerdo para mí, no en vano me puso una matrícula en segundo.

Como en sus intervenciones los ponentes aseguraran que el político necesita un respaldo intelectual detrás, uno del público, casualmente el que escribe estas líneas, les preguntó en la ronda de preguntas si ese respaldo intelectual tenía algo que ver con el pensamiento Alicia. No les sonaba, dijeron.¡Hombre! y después, y después no haberlo leído. No tocaba polemizar con D. Gustavo Bueno, máxime en la sede de La Nueva España, su atril laico.

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