2007/05/24

DROGA

Mira que a veces es absurdo chatear. Pues nada, chateando con un pariente tuyo que salió del (y por el) mismo sitio que tú, te dice que si oíste algún rumor de algo. Rumores y cotilleos los oyes todos los días, salvo en épocas de agobio, en cuyo caso no hay tiempo para historias.

Haces como que no le das importancia, porque sabes que sin que tires ni del hilo ni de la lengua, tendrás confeccionada la pieza antes de cerrar el Messenger.

Tiende uno a tener compasión de la gente conocida directamente o por referencias, a quienes pillan en un renuncio o en algo más que un renuncio. Se hace uno comprensivo con el cercano y duro con el ajeno, cuando la ley es la misma para todos. Pides toda la presunción de inocencia para el amigo y justicia (a veces quieres decir dureza, a veces quieres decir venganza) para el lejano. Te arrepientes de alguna firma que echaste, a cincuenta metros de donde trabajas ahora, solicitando un indulto. Haces memoria y quizá fueron dos las veces que firmaste en distinta época pero en el mismo lugar.

Ya es casualidad que, esta misma tarde, mientras veías la final entre el Liverpool y el Milán, tuvieras delante de ti una sudadera que sería un anticipo del rumor de la noche. En esta materia hace falta también una especie de espíritu de Ermua que reconquiste la calle.

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