2007/07/12

EL TIQUISMIQUIS Y LA RESPONSABILIDAD PATERNA

Estás leyendo tranquilamente el ABC en el bar, entra un pulcro caballero de tu edad, acompañado de una dama, y te pone nervioso, el caballero quieres decir.
No le parece que esté del todo limpia la barra del bar, que es, casi sobra la aclaración, una sidrería.
Antes de dejar sobre la barra una carpeta blanca plastificada del Banco Gallego, coge dos servilletas finas de papel para limpiar algún resto líquido, del que no te habías percatado, y eso que miras de reojo. No quedó en estado de revista porque cambia de posición y observa desde otra perspectiva por si con el reflejo de la luz, se viera algo todavía. Tú no viste nada, pero él sí porque cogió otro par de servilletas más para dejar aquello reluciente. Te fijas nuevamente para la carpeta. Confirmas que está plastificada.
Lleva unos zapatos negros brillantes y un pantalón beige con la raya perfectamente perfilada. Después de cada culín, dos nuevas servilletas. Al poco la papelera está a rebosar y el camarero, exactamente el dueño del bar, la sustituye por otro limpia. Su compañera come una minúscula tapa de huevo cocido y pimiento, pero aparta el pimiento con un palillo y tampoco termina todo el pan. Echas en falta un rótulo que diga: reservado el derecho de admisión, abstenerse tiquismiquis. Como vas a pasar un rato agradable y no a sufrir por lo que nada te importa, miras para otro lado, cosa a la que estás bastante acostumbrado por cierto, te concentras en el ABC y llegas a las páginas de los sanfermines, pero más te valdría seguir observando las evoluciones del caballero y su dama, porque ves una foto de un padre corriendo con su hijo a un metro de los cuernos de un toro, aunque sea una vaquilla, que tienes un poco lejos a tus amigos veterinarios para preguntarles. No es precisamente un tiquismiquis.
En ese momento piensas en las demandas que ponen los padres a los profesores, o a los cuidadores, o a las guarderías cuando por un descuido un menor se les va de la mano y resulta muerto o herido. Nunca habrás visto una demanda o una denuncia de oficio a cargo de Ministerio Fiscal cuando el negligente es el padre o la madre o el abuelo. ¿Por qué? ¿Por qué tiene más responsabilidad ante una desgracia así alguien que cobra que alguien que no cobra?. No te parece que el hecho de que en un caso haya un contrato sea argumento suficiente porque las obligaciones naturales también generan responsabilidad. A la postre, acaban por justificar los engorrosos trámites judiciales asegurando que es para que no vuelva a pasar a nadie más. Ilusos, por no decir hipócritas.
¡Qué desgracia la tuya, la de ver tantas veces la realidad a través de las gafas de algún código

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