2007/07/12

SENEGALESES

Falta todavía más de una hora para que oscurezca y estás sentado en la plazuela de Daoiz y Velarde. Llevas allí un buen rato simplemente viendo pasar gente, entre otros a un Director General del Principado, que es un habitual de la zona. Nunca viste tanta publicidad de su Departamento como estos meses de atrás, pero no quieres pensar que haya tenido nada que ver con las elecciones, quiá.
Por allí anda también el juez que una vez te dio unas prácticas, y lo recuerdas porque era la primera vez que entrabas en un juzgado. Todavía estás viendo el parqué reluciente, la sala vacía, la bandera de España al fondo. El juez está ya jubilado. Quiere dar un abrazo a su nieto preadolescente que corretea por allí, pero el jovencito no se deja. Llegar a juez para eso.
Te parece que faltaban todavía por llegar a la plaza algunas autoridades.
Estabas pensando en ello y en una conversación que tú y unos amigos mantuvisteis con un senegalés, de nombre Páter, que el día anterior entró en un bar a vender su mercancía habitual. Unos amigos, con los que coincides algunas veces, le invitaron a que comiera un pincho y tomara algo. Pidió un zumo y un pincho de tortilla, pero no le entendieron y el pincho resultó ser de pollo. En un principio Páter estaba receloso porque es musulmán y temía que fuera de cerdo. Páter estaba más satisfecho de la conversación que del pincho.
Llevaba dos meses en España. Llegó a Canarias apretado en una patera y tuvo que ver como hubo que arrojar al mar a algunos compañeros de travesía que no llegaron con vida a la costa. Con su lenguaje de pocas palabras y también pocos gestos, intuyes que aprecia a Rubalcaba, que acaba de salir en televisión por algo del terrorismo, pero Páter frunce el ceño al ver a Rajoy, que sale a continuación por lo mismo. Con sus cuatro palabras sabe decir que Rubalcaba estuvo en su país no hace mucho y, sin entrar en mayores matices, con la simplicidad que da ver las cosas a distancia, le está agradecido. Páter os dice que sabe que tiene que tener un buen comportamiento durante tres años para conseguir papeles. Tú ya puedes leer y releer la Ley de Extranjería y parafernalia de desarrollo, que no llegas a ninguna conclusión, pero la gente sencilla y necesitada tiene más claros los conceptos.
Al amigo blanco con el que estabas compartiendo la conversación se le quitaron las ganas de comer. Además, tenía alguna cosa en común con el negrito: también él era Páter.
En estas estabas, cuando ves correr despavoridos a dos negritos que vienen de la calle Magdalena y detrás de ellos en moto, a una velocidad poco más que de paso de hombre, dos agentes de la Policía Local, pero los municipales tiran hacia la plazuela de Daoíz y Velarde, en donde estás tú, y los negritos tomaron otra desviación. Ves que el último policía, disminuyendo todavía más la velocidad, señala hacia el suelo con la mano, y sigue su ruta. Lo que el policía señalaba eran unas gafas que al negrito se le habían caído en la carrera. El negrito vuelve y las recoge. Otro ciudadano le devuelve también un CD, igualmente extraviado en la huida.
Conoces de vista al policía porque se te parece a un compañero tuyo que trabaja en el AVE y ahora sí que no se te va a despistar jamás.
Se te olvidaba decir que la plazuela de Daoiz y Velarde es la plaza del Fontán.

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