2007/08/03

ESCULTOR CÉSAR MONTAÑA

Es tu primer día de trabajo después de las vacaciones. Aunque te quedaras a dormir en la oficina te iba a ser imposible ponerte al día, de manera que a las siete de la tarde recoges la mesa, apagas las luces y el ordenador y te vas. ¿A dónde? A la Biblioteca de El Fontán y, a lo mejor, a la salida, te tomas una botella de sidra, por la tarde sin picadillo.

El otro día te comentó un amigo, que acababa de leer o releer L’étranger de Camus, y te dejó con el gusanillo. L’étranger lo tuviste que leer en COU como lectura obligatoria y, además, había que hacer una serie de trabajos en grupo. Prácticamente te acuerdas solamente del comienzo “Aujourd’hui maman est morte”. Ahora lo sacarás en castellano.

De camino hacia el Fontán pasas por la calle Suárez de la Riva, delante de la sala de Exposiciones del Banco Herrero. Ves que hay esculturas. De pasada lees “Visitas guiadas jueves y sábados: 19:30” pero sigues caminando diez o doce pasos. Miras el reloj. Son las siete y media. Te dices: la biblioteca cerrará a las nueve menos cuarto. Das la vuelta, miras nuevamente el cartel, sí, hoy es jueves y a las siete y media, que ya son, hay visita guiada. Entras.

Das una vuelta por la exposición. Es escultura moderna, figurativa, aunque tampoco sabes si esos apelativos son correctos. Hay otras tres o cuatro personas mirando, pero no parece que estén esperando por la visita guiada, sino que simplemente están allí. Esperando acontecimientos coges un díptico titulado “César Montaña. Energía y sensibilidad en el espacio”.

Lees: “Su aportación al mundo de la escultura fue de orden espacial ya que con materiales tradicionales como el barro, la talla en madera o en piedra, el mármol y la fundición en bronce supo restituir al espacio su significado, además de lograr sacar la mayor expresividad de la materia”. Te preguntas: ¿pero esto no es típico de otros muchos escultores?.

Sigues leyendo: “Sus esculturas se debaten entre la figuración y la no-representación, entre el bloque matérico y la transparencia significante”. “Realiza figuras macizas y compactas donde el espacio interior queda incorporado, y otras donde se convierte en verdadero protagonista de la escultura…Algunas de las inquietudes latentes en ciertos aspectos de la abstracción analítica, cinética o experimental le parecieron meros artificios formalistas. Representó al hombre, no por su imagen descriptiva, sino que intentó captar la esencia íntima por lo que los seres y las cosas existen en función de la forma...”

No te da tiempo a seguir leyendo porque comienza la visita guiada para los cuatro que estabais. El guía te pone nervioso con la muletilla de moda: lo que es, la que es. “Utiliza lo que es el bronce”, “recuerda lo que es su infancia”, “se introduce en lo que es la mitología grecorromana”, en vez de: utiliza el bronce, recuerda su infancia, se introduce en la mitología grecorromana.

Al final, como el escultor se abstraía de la materia, tú, para sacar algo de provecho, tienes que abstraerte de esa muletilla, que repetirá, no menos de cien veces en cuarenta minutos.

Hubo provecho.

Nunca habías oído hablar de César Montaña pero resulta que es conocido. De vuelta a casa, compruebas que el Diccionario Enciclopédico del Principado de Asturias le dedica casi una página.

Nace en Vegadeo en 1928 y muere en Madrid en el año 2000. De la mano del guía, que te parece que domina la materia, vas descubriendo cómo a lo largo de su obra va buscando una forma que le defina y acaba encontrándola en la espiral, como expresión más perfecta en la que la interioridad se proyecta al exterior. A este paso vas a acabar comprendiendo los en principio ininteligibles comentarios del díptico de presentación.

Os van explicando la evolución de la técnica utilizada, cómo fue cambiando ésta, en su juventud piezas grandes de bronce o madera, cuando se necesita fuerza física para trabajar esas materias; con los años, materiales más ligeros o de menor volumen.

Te llama la atención un busto de un rey navarro, que de frente es un círculo, y prácticamente un listón vertical a modo de nariz, oquedad el resto, y de perfil es un personaje de contornos duros. Parece que está en la línea de una serie de escultores, Chillida entre ellos, que pensaban más en los huecos que en la materia.

No perdiste el tiempo. Prometes estar atento a otros eventos similares.

A las ocho y media entras en la Biblioteca y sacas “El extranjero”.

No hay mesa libre en la terraza para tomar una sidra así que vas camino de casa. Haces una parada momentánea en el Café Español para echar una ojeada a una exposición sobre abejas y miel. Entras por ver si hay alguna foto de tu amiga Alicina, una de las mayores productoras de Asturias, pero no la hay y sales. Verás la exposición otro día, un día que llueva, por ejemplo.

Camino de casa, te encuentras en la calle Gascona, Bulevar de la Sidra, con tu hermana… Está claro en qué acabó la cosa.

Antes de acostarte leerás unas líneas de “El extranjero”.

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