2007/08/14

UNA DE ABOGADOS (artículo de Juan José Millás)

Un modelo de relación por, JUAN JOSÉ MILLÁS

http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1729_50_548202__Ultima-Pagina-modelo-relacion

¿Cómo se encuentran un delincuente y su abogado? Está el turno de oficio, desde luego, que puede hacer parejas de baile absolutamente incompatibles. Pero, fuera de ese sistema, ¿qué hacer cuando se necesita un letrado? ¿Esperar a que aparezca por arte de magia? ¿Buscar en las páginas amarillas? ¿Preguntar al vecino de arriba? Seguramente, la elección del abogado guarda relación con la del psicoanalista: has de llegar a él a través de alguien en quien ya confiabas. Tiene que darse, pues, una transferencia que facilite los primeros momentos de la relación. Después de todo, al abogado se le cuentan con frecuencia cosas horribles: que uno ha matado a su padre, por ejemplo, y que ha escupido sobre su cadáver. Una confesión de esta naturaleza no se le puede hacer a alguien que pasaba por allí. Si necesitan un ejemplo práctico de sintonía entre cliente y abogado, piensen en el ínclito (qué rayos querrá decir ínclito) Rodríguez Menéndez, cuyos defendidos eran mayormente individuos ingenuos y encantadores como él mismo, aunque no todos llevaban barba. Un abogado y un defendido que estén destinados el uno al otro se reconocen con ese sexto sentido que, según Monterroso, poseen los enanos para reconocerse entre sí. Me pregunto ahora cómo se ha producido el encuentro entre Jaime Jiménez Arbe, el Solitario, y José María Trillo-Figueroa, el abogado por antonomasia (qué rayos querrá decir antonomasia). Vi por la tele la rueda de prensa de este último para proporcionar a la sociedad española datos absolutamente esenciales sobre su defendido y comprendí al instante que ambos formaban un equipo ejemplar. La pasión y el convencimiento con que Trillo-Figueroa hablaba de Jiménez Arbe no se improvisan, nacen de un flechazo irracional, de un enamoramiento súbito, de una identificación que no se puede planificar. En la relación entre abogado y defendido, lo normal es que éste prefiriera ser aquél. En el caso que nos ocupa, da la impresión de que a Trillo-Figueroa le habría gustado ser Jiménez Arbe, lo que constituye todo un ejemplo de sintonía con su cliente. Hará sin duda una gran defensa, sin miedo al ridículo. ¡Olé por su toga!

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