2007/09/14

CARIDAD Y JUSTICIA

Tienes claro que la pobreza y la desigualdad no se resuelven exclusivamente con obras de caridad. Pese a ello te asalta la duda de si hay que evitar en todo caso ser caritativos. Flagelándote y flagelándote, también te entra la duda de si no habrás hecho lo mismo que Nerón cuando incendió la ciudad de Roma para que le sirviera de inspiración de un poema.
Yendo al caso que suscitó esas ideas (si quieres darles valor) u ocurrencias (si quieres quitárselo), quiso la casualidad que este jueves, por ser día de mercado, pasaras por El Fontán, aunque no tenías ninguna verdura que comprar, ni nada del mercadillo allí instalado, pero sí estableciste un contrato verbal de compraventa de una botella de sidra y un pincho de picadillo.
A Víctor Manuel, en la canción, se le acercó sonriente a su puerta un mendigo. En tu caso no había puerta alguna porque estabas en la calle, pero puedes afirmar que a tu mesa llegó suplicante un mendigo. Llevaba en una mano un pequeño tiesto con una planta, y en la otra una bolsa de viaje de lona, que en su día pudo ser gris y roja. De pié, te pidió para un plato de sopa. Ahora intentarás imitar a Saramago para reproducir el diálogo que mantuvisteis. Puedo pagarle un pincho, Y no puede invitarme a un plato de sopa, No, no puedo, es lo máximo que puedo hacer, Hace dos días que no como un plato de sopa, Ya le dije que si quería pidiera un pincho de lo que quiera, Y no me puede pedir un plato de sopa.
Entre tanto, el mendigo posó torpemente la maceta en la mesa y la bolsa en una silla y se sentó. Las nubes que ocultaban el cielo cuando llegaste se fueron marchando, ahora el sol calentaba y no estabas a resguardo en la sombra de los soportales, como buscas otras veces.
Llamas al camarero, que no te atiende porque seguramente sabe lo que va a venir, no porque lo hagas habitualmente sino porque es un hombre con experiencia. Le dices que le ponga a este hombre un pincho de lo que quiera y que traiga un vaso de sidra limpio.
Sabe usted escanciar sidra, No, no sé muy bien, Y no me puede invitar a un plato de sopa, Fue a la cocina económica, Hasta el día quince no me dan, Cómo llegó hasta aquí, Por una mujer, Y de donde es usted, Soy de Badajoz, En donde trabajó, En la hostelería, en Sudamérica, Cómo se llama, Ventura Rodríguez, Hombre, ese señor tiene una calle en Oviedo, creo que fue arquitecto, Conoce La Cibeles, Ah, hizo La Cibeles, no lo sabía, Donde celebra los triunfos el Madrid, Y el Atlético en Neptuno, ve, aprendí algo de usted.
Traen el pincho de tortilla. Le echas un culín. Bebe dos sorbos. Coge la tortilla con su mano oscura de uñas largas y sucias, que quedan grasientas. Come con dificultad. Le cuesta tragar. Seguramente le vendría mejor el plato de sopa que pide, que a ti no te apetece nunca, y menos haciendo este sol de justicia.
Y no me puede pagar una sopa, Seguramente aquí no se la traerán.
Cuando pasa el camarero, le dices que este hombre quiere un plato de sopa y que si puede pasar para dentro, que se lo pagas otro día. Te dice entre dientes que no le gusta al jefe. Ventura bebe otro sorbo del mismo primer y único culín que le echaste, que no llega a terminar, y deja el vaso encima del plato ya vacío.
Y por qué no me lo dan, No lo sé, serán normas de la casa, el camarero es bueno, se lo aseguro, Me cago en sus muertos, usted sabe por qué no me lo dan, No diga eso, el jefe también es bueno, pero serán una sociedad.
El hombre habla con lentitud, con esa lentitud de la gente que lleva muchos años colgada. Se acerca el jefe y dice que ya está por aquí la gandaya de San Mateo, que todos los años ocurre lo mismo.
Llega ahora un negro subsahariano con su habitual equipaje de compactos y Ventura le pregunta en un elemental inglés que si do you speak english, y el negro no lo sabe; le pregunta que si parlez vous français, y el negro marcha porque no ve oportunidades de venta en aquella mesa. Ventura tampoco muestra demasiada estima por el visitante porque dentro de la pobreza también hay clases.
Y por qué no me dan un plato de sopa, usted sí lo sabe, Ya ve que hice todo lo que pude, no puedo hacer más.
Ventura se levanta y camina relativamente rápido, no sabes bien dónde va, te parece verlo a lo lejos detrás de un contenedor haciendo aguas menores, pero luego lo pierdes de vista. Tú ya terminaste la sidra y pagaste, pero no quieres marchar todavía hasta que vuelva, pero pasan unos minutos y no aparece.
Te levantas y allí quedan la maceta y el equipaje de Ventura Rodríguez. En la última mesa está sentado un abogado habitual de la zona, que conoces y que una vez te hizo un favor cuando ejerciste la profesión, y lo recuerdas siempre. Te dice que acaba de llevar unos papeles al Registro Mercantil. Comentáis la situación y habláis de Manolo el gitano, otro personaje de Oviedo. Dice este abogado que tiene con Manolo el pacto de caballeros de darle un euro todos los sábados, pero sólo los sábados, que cuando alguna vez se lo dio un miércoles, fue un anticipo, y Manolo, aunque lo vea, ese sábado ya no le pide nada.
Cuando escribes esto es la una de la mañana y te preguntas dónde estará durmiendo Ventura, que vaya nombre que le fueron a poner.

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