2007/09/07

MADRE SOCRÁTICA

Es jueves, día de mercado en el Fontán. Pasaban una par de minutos de las dos de la tarde y quedarían dos culinos para terminar la botella de sidra que estabas tomando allí mismo cuando, como de costumbre, llamaste a tu madre. Te contó una historia y tú le dijiste que algo parecido le había pasado a un filósofo griego que se llamaba Sócrates. Te preguntó que dónde vivía y le dijiste que no, que era un filósofo griego de hace más de dos mil años. Ah, dijo.
Es imposible que puedas vivir de la herencia de tu madre. Tu madre pagó siempre por adelantado: hasta una modesta reforma de su casa hace todavía un par de años, incluso los muebles o los electrodomésticos. Esa costumbre inaudita te dará una gran tranquilidad de espíritu pero para hacer dinero es una técnica poco recomendable y caso no previsto en ningún tratado de Derecho Mercantil. Uno de sus refranes preferidos, oído mil veces a su madre, y que tú asumes plenamente, es “no hay como lo poco siendo bastante”.
Lo que sí heredarás son refranes.
Pues bien, te dijo que había llegado al pueblo un vendedor de determinado artículo que necesitaba y que se lo había comprado, pero no tenía en casa los cuatrocientos euros que costaba. Una vecina se ofreció a dejárselos y excepcionalmente aceptó. El viernes bajará a la Caja de Ahorros a Pola de Lena a buscar dinero y saldar la deuda, pero te dijo: si me muero esta noche, que sepas que debo cuatrocientos euros a Luisa, y que lo dejaba anotado también en un papel encima de la mesa.
Es en ese momento cuando le contaste la historia del griego, que narra Jenofonte en la biografía de Sócrates. Cuando éste, con la cicuta en la mano, ya estaba a punto de tomar el trago fatal le dijo a uno de sus discípulos: Χριτο, Αςκλεπιο οφειλομεν ελεκτρυονα (una de las cuatro frases que recuerdas del bachillerato) “Critón, debemos un gallo a Esculapio”.

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