2007/09/19

RAMADÁN EN OVIEDO

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Repasas en tu blog cuando conociste a Páter, el senegalés, y das con una entrada registrada el once de julio. Sí, fue unos días antes de marchar de vacaciones.
Hoy lo volviste a ver, en el mismo sitio, con la misma gente, a la misma hora, algo antes de las tres de la tarde.
Entró solo para saludar porque sabe que algunos martes hay gente que le ofrece algo. Le invitasteis a que tomara lo que quisiera, pero no podía. Dijo “Ramadán”. Charló un poco y con la misma, se fue. Parecía estar un poco triste. A lo mejor simplemente eran las consecuencias del ayuno.
Llevan el ayuno a rajatabla. Esa misma mañana pudiste leer en la prensa regional que en la cárcel de Villabona había treinta y ocho presos musulmanes que celebraban el Ramadán. Supones, porque conoces funcionarios de llamado Centro Penitenciario, que para ellos será una coña, y que no se hace una excepción igual con todos los creyentes de cualquier religión, pero influencias las hay hasta en la cárcel. Será fácil que no den pescado a un cristiano en una cárcel de Egipto o de Libia.
Por la tarde, antes de ir a trabajar, das un pequeño rodeo para tirar la basura en los únicos contenedores de reciclaje de los alrededores (porque con razón no te fías ni del vecindario ni de la portería), y pasas delante de un bar frecuentado por inmigrantes (sobre todo por ecuatorianos, pero también de otras etnias porque Dios los cría y ellos se juntan, y perdón por el dicho y por lo dicho, pero va sin ánimo peyorativo), miras hacia dentro y no hay nadie. Lo achacas al Ramadán.
Te dio por trabajar, porque a veces te da por ahí, hasta las nueve menos veinte. Cinco minutos después empieza el partido del Madrid en la Copa de Europa, la ChaMpions. No te da tiempo a llegar a casa y no tienes más remedio que ver la primera parte por el camino, pero no en la calle. Entra un negrito con su pequeño atillo de vídeos o discos y no sabes si estará de Ramadán, pero sí sabes que esa es su penitencia.
Siempre comparando el hoy y el ayer, el Oriente y el Occidente, la riqueza y la pobreza, esos Ramadanes te llevan inevitablemente a aquellas Semanas Santas de ayuno y abstinencia de cuando había fe o parecía que la había. Lo que no faltaba era miedo.
Era tiempo de bacalao. Tu Ramadán.

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