2007/12/26

NOVELA DESNUDA

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Sigues leyendo esa recopilación de artículos de Camilo José Cela. Si viviera hoy aparecerían publicados en www.camilojosecela.blogspot.com pero este al que te vas a referir salió en el diario Arriba en 1943.

Forjar te parece una palabra inadecuada para lo que vas a decir, pero a veces las palabras son como un potro desbocado, que se te escapan, se te escapan, se te escaparon. Decir forjar es imaginarte a Velázquez y la fragua de Vulcano, un calor de mil demonios y un ciudadano con el torso desnudo, sudando y dando martillazos a un trozo de hierro contra el yunque. Ibas decir algo de forjar tu personalidad, pero no te parece que nadie te haya dado nada parecido a martillazos morales o virtuales para acabar moldeando tu forma de ser, si es que eso es la personalidad. Sin embargo te sale la frase de que leer a Unamuno a los dieciocho años ayudó a forjar tu personalidad y la frase, si no lo piensas mucho, queda hasta aparente.

Y aquí te entra una duda, porque aquellas lecturas tan cavilosas, tan de darle vueltas a las palabras rebuscando significados sorprendentes o paradójicos, mismamente sus meditaciones sobre la muerte, pudieron influir en tu forma de pensar, y sin duda, influyeron, pero ¿moldearon tu personalidad? Siguen las dudas porque más bien crees que la personalidad está más cerca del ser que del pensar, aunque es posible que de tanto pensar en un sentido determinado se acabe siendo, en una interacción (interface se diría ahora) de cuerpo y alma.

Después de todo este rodeo solamente quieres apuntar algo que ya dejaste anotado alguna vez por aquí, y es que no te gusta la literatura extranjera, y no te gusta porque no te pones en situación, porque los personajes y los ambientes te resultan extraños. Y aquí llegas a Camilo José Cela. Lees su artículo Estética de la Novela en Miguel de Unamuno:

Cela reproduce unas frases de Unamuno: “El que siguiendo mi producción literaria se haya fijado en mis novelas (…) habrá podido observar que rehúyo en ellas las descripciones de paisajes y hasta el situarlas en época y lugar determinados, en darles color temporal y local”. Al respecto comenta Cela: “La novela que pueda ser leída sin extrañeza por tirios y troyanos; la novela que alcance iguales resonancias en oídos ya contemporáneos, ya medievales; la novela que escape del paisaje que la constriñe y la limita, de la época que la ambienta y la hace a veces difícil y en ocasiones hasta esotérica para cerebros ajenos, del lugar que castra la imaginación y corta las alas a la inventiva; la novela, en fin, fuera del calendario y de la geografía, parece ser el módulo ideal de Unamuno, su meta estética en lo narrativo”.

A ver si va a resultar que aquellas lecturas juveniles fueron las que determinaron tus gustos actuales a la hora de elegir o, por lo menos, descartar qué vas a leer.

Estabas tan contento con esa teoría, con haber descubierto, sin necesidad de acudir al psicoanalista, un aspecto muy profundo de tu yo, cuando veinticinco páginas más adelante, al comentar una obra de Baroja, que era considerado un incoercible, y más o menos un intransigente, reproduce una frase suya: “Tampoco estoy muy aferrado a las teorías y me siendo dispuesto a cambiar”.

Buridán también.

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