2008/03/15

LOHENGRIN




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Si hubieras leído el periódico habrías llamado a alguien para salir de la duda, pero hoy estuviste apurado y no tuviste ese hueco. El caso es que un amigo te dejó por la tarde en la oficina el par de entradas prometidas para una ópera-concierto, el Lohengrin de Wagner, que empezaría el viernes a las siete de la tarde en el Auditorio Príncipe Felipe.

Cuando ves las entradas llamas a tu mujer y le dices que oye, que las entradas ponen que el concierto es para las ocho. Ah, pues mucho mejor porque así tenemos tiempo para no andar tan apurados.
Llegáis al auditorio a las ocho menos dos minutos, después de una buena caminata Rosal arriba, y el concierto ya había comenzado. Miraste nuevamente las entradas y eso ponían: a las ocho, pero el concierto empezó a las siete. Tendréis que esperar al segundo acto. Os enteráis de que la obra tiene tres, así que podéis ver todavía las dos terceras partes, que tampoco está mal.

No protestaste porque como nada te habían costado…pero otros melómanos de pago, de buena gana habrían puesto el grito en el cielo, si no fuera porque entre la correcta gente musical están mejor vistos los pianos que las berridas.
Cuando terminó el primer acto pudisteis subir y sentaros en un par de localidades libres del anfiteatro. A tu lado están sentados dos entendidos, o lo parecían, dicho sea sin ánimo de coña, a los que conoces de salir en la prensa como miembros o simpatizantes del Tabularium Artis Asturiensis, del que siempre te intrigó la procedencia de las piezas.
Aclaras que la función no era una ópera teatralizada sino un concierto, el coro de la Fundación detrás, la Orquesta Sinfónica delante y varios solistas donde debían. La obra está en alemán. Ves que tus vecinos de al lado la siguen por el programa y pasan página cuando toca. Tú no vas a ser menos, pero entre que la intentas seguir, fijarte un poco para solistas y coro y averiguar si su gesto va en consonancia con el texto no disfrutas del concierto. Intentas averiguar si lo que canta la soprano es Der Rache Werk sei nun beschworen aus meines busens wilder Nacht, ahe Werk sei, para ver si su gesto cuadra con la traducción Que el fruto de la venganza surja del salvaje noche de mi corazón. Como estás lejos y las voces a veces son parecidas (un sacrilegio: un entendido no tendría dudas) te cuesta averiguar si ya pasaron de página porque a veces te pierdes y miras de reojo a los entendidos de al lado.

No pudiste dormir la siesta y te cuesta Dios y ayuda mantener los párpados arriba, pero haces un esfuerzo porque un ronquido en el teatro quedaría todavía peor que un móvil. Y después de este segundo acto queda un tercero. Decían a la entrada que la función terminaría sobre las diez y media.
Entre meterte en una historia que te pilla tan alejada de la realidad actual, la letra pequeña, aclararte con si el que canta es El Heraldo o el Rey, o si son Elsa u Ortrud, o si son los pajes o todo el coro y un poco por donde va el argumento, casi te empieza a levantar dolor de cabeza.
La faena es que hay que estar en silencio, no es cómo el fútbol que puedes discutir con el compañero de al lado si la entrada era para tarjeta. Y así no hay manera de aprender.
En definitiva, que ves una orquesta que toca muy bien, oyes un coro que canta muy bien, oyes a unos solistas que ya quisieras, pero todo te aburre un poco.
Cuando, a las nueve y veinte termina el segundo acto, tu mujer te pregunta ¿nos vamos? No lo dudasteis. Escaleras abajo compruebas que no formáis parte de la corriente del pensamiento único. ¡Entender el arte no siempre es fácil y cúanto más entretenido es tomar una caña, que es lo que hicisteis!
Cuando, más tarde, lees el programa, te enteras de que Wagner “especuló con la facilidad de monosílabos en alemán”, pero como no entiendes el teutón no te percataste. Te enteraste también de que había unos muy buenos caballeros y cristianos y otros malos despiadados e infieles. Tampoco lo pillaste en el segundo acto.
Pese a que acudiste a no sé cuantos conciertos, seguramente hay cuestiones de las que no te vas a enterar nunca. Eso sí, para no ser descortés, aplaudirás secundando a la mayoría.
Cuando la pajarita era obligatoria esto no pasaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sobre la procedencia de las piezas del Tabularium , te diré que proceden de donde estaban, lo que hay que preguntarse a continuación , es si estan ahora mejor ahí o no.