2008/05/31

EL PROCESO, de Kafka

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Acabas de terminar de leer, por segunda vez, EL PROCESO, de Kafka.

Ya lo habías leído, hará más de veinte o de treinta años, no lo recuerdas bien. Por suerte no te acordabas de la misa la media, pero sí sabías que merecía la pena volver a leer esa obra. Ahora mismo que lo acabas de terminar, si abres el libro por cualquier página, la mayor parte de los párrafos te suenan a nuevos. Te preguntas en qué estarías pensando cuando pasaste por ahí, claro que no lo lees con intención de examinarte.

Con EL PROCESO corres el riesgo de hacer una lectura jurídica, metajurídica o parajurídica, analizando el libro desde el punto de vista del derecho o del operador jurídico, que se dice ahora. Descártalo porque EL PROCESO es la visión del justiciable, sobre el que cae todo el peso de la ley.

T recuerda a LA CABINA, aquel corto protagonizado por José Luis López Vázquez, que comienza con una anécdota, un hecho trivial, una cabina que se cierra, una citación rutinaria a declarar, y termina en tragedia.

Tenías la esperanza de que “el chavalín” acabara ganando, pero EL PROCESO no lo escribió Marcial Lafuente Estefanía, y Josef K., que así se llama el protagonista, no sale demasiado bien parado, y tampoco quieres detallar y adelantar acontecimientos por si alguien se anima a adentrarse en Kafka.

La novela, aunque te da reparo decir que EL PROCESO es una novela, porque asocias novela a aventuras; la novela, decías, es auténticamente kafkiana, el tópico no la traiciona. Cuando la terminas, te preguntas, ¿pero por qué detuvieron a Josef K.? ¿cómo empezó todo? Encuentras la respuesta en las primeras líneas:

Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo. La cocinera de la señora Grubach, su casera, que le llevaba todos los días a eso de las ocho de la mañana el desayuno a su habitación, no había aparecido. Era la primera vez que ocurría algo semejante”.

Así que todo empezó por una denuncia de la cocinera. Tuvo que ser así, necesitas que sea así, no puedes creer que el Estado desencadene un proceso porque sí. Pero, que recuerdes, ninguna alusión más a la cocinera a lo largo de la obra, de manera que no sabes si la cocinera intervino o son todo elucubraciones del protagonista, del autor o del lector.

Según avanza la obra te vas metiendo en la piel de Josef K., que empieza, te parece, tomándose a broma el proceso, como si fuera un error, él por encima del bien y del mal, no en vano es el gerente o apoderado de un banco, acostumbrado a su posición dominante, a hacer y deshacer, a recibir gente y a hacer esperar. Llevas unas pocas páginas cuando lees “K. le siguió cada vez con mayor lentitud, era la primera derrota que sufría ante esa gente”.

Esa sería la primera derrota y no habría más victorias.

El calificativo es correcto: kafkiano. Encuentras un montón de situaciones kafkianas.

Kafkiano es que un apoderado versado en relaciones y contactos intente acercarse al juez o al nebuloso mundo judicial a través del pintor que plasma en reciclados lienzos a jueces, scenarios judiciales u otros actores forenses. Pero no te extraña, así es la vida del poderoso, que no cree en la justicia e intenta comprarla a base de relaciones metajurídicas (más allá de lo jurídico).

Kafkiano es que el procesado sea quien elabore los borradores para el indolente abogado.

Kafkiano que en mismo papel en el que Josef K. iba a trazar las líneas maestras de su defensa el subdirector del banco dibuje un chiste bursátil. Todo es broma o todo es un mercado o un mercadeo. A lo mejor simplemente es que, como decía Marx, el Derecho es un epifenómeno de la economía.

Kafkiana es, y lo es hoy todavía, que el tribunal se ponga en contacto por teléfono con el procesado para resolver asuntos de trámite. Y estamos hablando de los años veinte del pasado siglo. ¿Se utiliza hoy el teléfono?

Kafiana es la relación que se establece entre proceso y belleza al decir del autor que los acusados tienen un plus de hermosura, pero no se atreve a sacar la conclusión de que son bellos por acusados, tampoco la de que son acusados por bellos. Simplemente son bellos y son acusados y no entras en matices, causas o efectos.

Kafkiano es que no haya acuerdos sobre dónde se inicia un proceso, para el juez en un punto, para el acusado en otro.

Queda dicho que no vas a descubrir el final, pero próximo a este queda una frase terrible, que sirve para la justicia, para la economía, para la arquitectura, para la empresa.

La justicia no quiere nada de ti. Te toma cuando llegas y te deja cuando marchas”.

3 comentarios:

Juan José López JARILLO dijo...

...¿ y qué dice(s) de " El Extranjero" - de Camus - ... tampoco no lo escribió Marcial Lafuente Estefanía. Tampoco.

Meursault es, aún a su absoluta carencia de emoción, simplemente y solamente ... un hombre.

Juan José López JARILLO dijo...

Si, dije .." tampoco no lo escribió "(sic )..,¿O si?


Saludos,desde el Sur.

Juan José López JARILLO dijo...

Meursault es, aún a su absoluta carencia de emoción, simplemente y solamente ... un hombre...Aún...y pese a su absoluta carencia de emoción