2009/02/23

A VECES ESPERABA A QUIEN NO VENÍA, AUNQUE VINIERA

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No es la fidelidad una virtud que adorne a José Luis García Martín. No es fiel a una mujer, menos a un periódico, así que cuando ves que no publica sus diarios semanales en La Nueva España, es que se entregó a otra, a otra publicación quieres decir. Por suerte para ti, lleva una buena temporada escribiendo en la prensa de la derecha que lees y compras, la menos mala de la capital.

García Martín, polígrafo, poeta, iconoclasta, crítico literario, es de lectura imprescindible. A veces te resulta difícil encontrar una línea brillante entre un montón de escombros, pero ten la seguridad de que esa línea acaba apareciendo.

En la página de impresiones de esta semana describe sus vivencias de alguno de sus frecuentes viajes a Portugal, a Lisboa a Coimbra, a Figueira de Foz.

García Martín, como los marineros, siempre deja o imagina dejar un amor en cada puerto. Ese amor y ese recuerdo le dan vida y le dan la vida. Y es hablando del amor donde encuentras esa frase enigmática que te dejó pensativo desde la mañana: “Ahí solía sentarme yo, con un libro o un cuaderno en que escribir versos. A veces esperaba a quien no venía, aunque viniera.”

Aunque viniera. ¿Vino o no vino? ¿vino quien esperaba? ¿venía otra? ¿venía quien esperaba pero el encanto se desintegró con la misma llegada? Te imaginas que habla del ansia del ser amado a quien s prefiere soñar en la distancia, en el ideal. El lenguaje del amor encaja malamente en las estrictas pautas gramaticales.

Aunque viniera. Sigues dándole vueltas por la noche cuando cae en tus manos una prosa de Machado, también sobre el amor, de esa época en la que dio clases de Retórica.

Siempre dejé a un lado el tema del amor por esencialmente poético y, en cierto sentido, ajeno a nuestra asignatura, y porque, en otro cierto sentido, de nada como del amor ha usado y abusado tanto la Retórica. Otrosí; el amor es tema escabrosísimo para tratado en clase, y muy complicado desde que la ciencia lo ha hecho suyo y los psiquiatros (sic) nos han descubierto muchas cosas desagradables que de él ignorábamos. Ítem más: las mujeres, y aun los hombres, no sólo se confiesan ya con los sacerdotes, sino también con los médicos, y han duplicado así, por un lado, el secreto del amor, y por otro, su malicia.

No conoces al confesor ni al psiquiatra, si los hubiere, de García Martín, pero ya te gustaría preguntarles si al final aquella que esperaba vino o no vino y qué pasó.

Leer, entretenimiento maravilloso y barato.

4 comentarios:

miner dijo...

Me gustan los diarios de José Luis García Martín, y a lo mejor es un hombre muy dubitativo. En uno de sus ellos; A decir verdad, dice:

Miedo a no ser amado, sí. Pero más miedo todavía a amar demasiado. De lo primero, más pronto o más tarde, mas pronto que tarde, se recupera uno. De lo segundo no sanamos nunca.
Bueno yo como soy de ciencias, Cuando tengo alguna duda, digo eso de: "Antes era indeciso ahora no se"

Anónimo dijo...

- me separé porque me trataba como a un perro.
-como? te pegaba,te maltrataba?
-no queria que le fuera fiel.

Anónimo dijo...

Cuantas veces hemos ido sin ir, así que es fácil que llegaramos sin estar y vinieramos sin ir.

Anónimo dijo...

Empezando por el final o comenzando por el principio, a veces pienso que pienso a veces.
No sé, bueno sé lo que sé pero si el saber no ocupa lugar porque estoy tan vacío si no paro de aprender.