2010/12/22

CUENTO DE NAVIDAD: EL DÍA DE REYES, EN EL PÓRTICO DE LA IGLESIA DE FIERROS

En la apacible capital de provincia, lucían los adornos navideños en la calle desde hacía unas semanas. Este año predominaban los colores suaves, nada estridentes y Luis oyó en la radio a alguien del Ayuntamiento aclarar que todas las lámparas eran reciclables y de bajo consumo. Los árboles que en los últimos años fueron creciendo en las aceras proyectaban una tenue luz blanquecina. Velas, abetos, estrellas, trineos y algunas medias lunas colgaban del cielo en las avenidas principales, tal como venía determinado en los pliegos de contratación.

Luis se conectó a Internet, que se abrió por la página que haría dos meses que había establecido como de inicio, después de años de fidelidad a Google.

Miró a la franja izquierda de la pantalla y a golpe de ratón podía elegir entre Últimas Noticias, Eventos, Amigos o Mensajes. Si miraba hacia la derecha la pantalla le preguntaba qué estaba planificando. Hace tiempo que no planificaba nada. Sin pensarlo mucho escribió con mayúsculas: EL DÍA DE REYES, EN EL PÓRTICO DE LA IGLESIA DE FIERROS. Pulsó “crear evento”, completó los escasos datos que pedía el formulario y lo lanzó al espacio sin mayores comentarios.

A propio intento pasó unos cuantos días lejos del Facebook.

Después de unas jornadas de meditación, cuando volvió a conectarse al mundo, tenía en la bandeja de entrada una buena remesa de mensajes, unos de amigos, otros de gente que creía conocer por algún nombre o algún apellido, otros de desconocidos para él. No respondió a ningún mensaje durante varios días y dio pie a que muchos pensaran que era una broma pesada…o un farol, pero algunos no lo dejaron en saco roto. ¿Por qué no era posible una quedada así?

Los internautas tuvieron que explicar a quienes preguntaron por el evento que la iglesia de Fierros, o de las Puentes, estaba cerca de Puente de los Fierros, en el concejo de Lena, en Asturias y que solamente en el otoño y en el invierno, cuando pierden la hoja los árboles nacidos junto al río, se puede divisar con nitidez desde la carretera.

Antes del sorteo de la lotería, comienzo oficioso de la Navidad, quedó perfilada una idea: cada adulto llevaría a la misa de Reyes a un niño menor de diez años, que podía ser un hijo, un nieto, un sobrino o hasta el hijo de un amigo.

Antes, la intendencia obligaría a unos retoques mínimos. El día de Todos los Santos había llovido dentro de la iglesia para alarma y disgusto de los parroquianos. No tardó en abrirse una cuenta para su reparación, pero para Reyes ni habría recaudación suficiente ni estaría la obra comenzada. Como siempre hay gente buena por el mundo, y más en Navidad, dos albañiles jubilados de Güelles y de Fresneo prometieron y se prometieron que al menos para Reyes no habría goteras en el tejado. Acometieron la obra tan rápido que antes de las campanadas los entendidos del pueblo dieron la obra de paso.

Se jugó la Lotería y quitando alguna pedrea, a ningún vecino tocó nada, lo que fue motivo de preocupación. ¿Seremos cenizos?

A través del Facebook acordaron que aquellas Navidades en su casas no habría árbol de Navidad y que ningún Papá Noel de tela treparía hasta sus ventanas. Este año pondrían únicamente el Nacimiento para revivir con sus pequeños los días de la Navidad de su infancia.

Pasó la Nochebuena y los niños no encontraron ningún regalo, con el imaginable disgusto. Los mayores explicaron que este año Papá Noel no iba a venir, que la economía estaba muy mal en el Norte de Europa. Para su consuelo, en cada casa les prometieron que los Reyes Magos llegarían cargados y con sorpresas, pero que tendrían que escribir la carta y tener paciencia.

Llegó la noche de Reyes, amaneció y no hubo magia. Las zapatillas seguían vacías, ningún camello probó el plato de harina que habían dejado la noche anterior a la puerta de las casas. Ningún rey ni ningún paje manchó el vaso de vino dulce ni probó los polvorones que quedaron encima de las mesas para sobrellevar el reparto y reponer fuerzas de tanto subir y bajar cuestas y escaleras.

Los niños estaban algo más que inquietos pero les dijeron que esos preparativos eran parte de la magia, que algo habría.

La misa de Reyes estaba señalada para las once. El sol de invierno calentaba tibiamente. Doble motivo para pensar que esa mañana no habría goteras en la iglesia. A partir de las diez y media empezaron a llegar niños y mayores al pórtico, unos venían de Fierros, otros de Villar, algunos de Fresneo, otros de Campomanes, de Güelles, de La Pola, de Mieres, de Oviedo, de Gijón, de Bilbao, de Madrid, de Zaragoza y hasta del extranjero. Desde los años cincuenta nadie recordaba esa cantidad tan impresionante de niños que aturdían con su algarabía a los más ancianos.

Comenzó la misa. El cura habló de la virtud de la paciencia, y como ejemplo puso la que los niños debían tener para guardar silencio, que a la salida recibirían una sorpresa en el pórtico.

Para esta ocasión excepcional vino de Oviedo el afamado Coro Reconquista, que al final, iba a cantar unos villancicos.

La misa avanzaba y muchos mayores empezaban a mostrar su inquietud porque no oían ruidos de coches ni de furgonetas en el exterior. ¿Estaría fallando algo? Miraban con impaciencia sus relojes. Iban a dar las once y media y ningún ruido. Ahora los nervios se habían apoderado de los mayores.

De pronto se oyó:

- Pi piiiii, chuf chuf, pi piiiiii, chuf chuf.- Parece una máquina de vapor.- Sí, como en las películas del oeste.- Pi piiiii, pi piiiiiii, pi piiiiii, pi piiiiii.

Algunos mayores salieron a ver qué pasaba porque solo unos pocos sabían el misterio de aquel pitido. Miraron a la derecha y vieron salir abundante humo negro de la boca del túnel perforado frente a la iglesia. Los pitidos seguían:

- Pi piiiii, chuf chuf, pi piiiiii, chuf chuf.- ¿Qué hará por aquí un tren de vapor, será de esos amigos del Ferrocarril que lo pasean de vez en cuando?

Del tren de vapor bajaron tres camellos cargados de cajas, con Melchor, Gaspar y Baltasar y sus respectivos pajes.

Ante la atónita mirada de los conductores, caminaron majestuosos por la carretera, cruzaron el puente y se detuvieron ordenados ante el pórtico.

Con la algarabía que inmediatamente se formó, ni hubo bendición ni concierto de villancicos. Los guajes salieron en tropel y asaltaron hambrientos de juguetes a los camellos porque ya estuvo bien de tanta paciencia.

El Facebook había vuelto a traer la magia a la iglesia de Fierros.

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