2011/02/02

RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL, de Ramón J. Sender

Estás en la biblioteca, das un paseo por la sección de novela española, miras los lomos y te decides por Ramón J. Sender, del que nunca leíste nada. Te suenas varias obras, pero algunas se te antojan muy voluminosas para una primera incursión, así que te decides por una novelita que abulta poco. La ojeas y te la llevas. Son noventa páginas. “Réquiem por un campesino español”.

No está dividida en capítulos y si tuvieras dos horas libres se podría leer de un tirón, pero acabas fraccionando la lectura.

En la solapa lees que en sus obras existen elementos comunes en toda su producción: la preocupación por la naturaleza humana y el afán de indagar lo que subyace bajo el devenir histórico. Más adelante lees que es una novela corta cercana al realismo crítico. Bueno, será verdad pero no eres capaz de llegar a esas mismas conclusiones, si es que significan algo.

La obra se desarrolla alrededor de la llegada de la Segunda República en una aldea aragonesa. Entre los personajes destaca el cura, Mosén Millán, y Paco, que llegaría a ser el alcalde del pueblo. Dan su toque de color una serie de personajes secundarios como el zapatero.

La línea argumental es sencilla: el tiempo de espera que transcurre en la sacristía y en la iglesia mientras el cura está haciendo tiempo para oficiar una misa por Paco. Simultáneamente transcurren varios planos mientras el cura recuerda la vida de Paco, desde que lo bautizó hasta el momento de su muerte. A lo largo de la obra se van intercalando unas coplas alusivas a la muerte de Paco y también escenas del carasol (solana, sitio donde da el sol) la plaza del pueblo donde corren los rumores y se deshacen famas.

Encuentras expresiones que solamente esperabas en aquellos tiempos en Camilo José Cela:

- -¿Quién, Miguel? ¡Tóquele vuecencia los cojones a Miguelico, que está en Barcelona ganando nueve pesetas diarias!

Otras que te recuerdan a tu madre cuando habla de que no sé quién es el padre de fulano por detrás de la iglesia:

- Yo también sé vivir. No me casé, pero por detrás de la iglesia tuve todos los hombres que se me antojaban. Soltera, soltera, apero con la llave en la gatera.

Hallas dichos que creías de ahora:

- Normalmente a aquellos tíos rasurados y finos como mujeres los llamaban en el carasol pijaítos

Y escenas terribles de la época:

- Nadie sabía cuándo mataban a la gente. Es decir, lo sabían, pero nadie los veía. Lo hacían por la noche, y durante el día el pueblo parecía en calma.

- Disparan por la noche, sangre, malas pasiones, habladurías, procacidades de aquella gente forastera, que, sin embargo, parecía educada.

- Las últimas ejecuciones –decía el centurión- se han hecho sin privar a los reos de nada. Han tenido hasta la extremaunción ¿de qué se queja usted?

- Aquella misma tarde los señoritos forasteros obligaron a la gente a acudir a la plaza e hicieron discursos que nadie entendió, hablando del imperio y des destino inmortal y del orden y de la santa fe. Luego cantaron un himno con el brazo levantado y la mano extendida, y mandaron a todos retirarse a sus casas y no volver a salir hasta el día siguiente bajo amenazas graves.

Ahora ya estás preparado para más gruesas lecturas del mismo autor.

Quedas pendiente de la penitencia que te impongan por leer a Ramón J. Sender.

Amén.

No hay comentarios: