2011/09/21

AZÚCAR, LIMÓN O NADA

Mientras te tomas una manzanilla con sacarina en el tren, meditas sobre lo visto y oído en las últimas horas. Previamente pudiste decidir si inclinarte por añadirle azúcar, limón o nada.

Así fue también la mañana. Habías acudido de oyente a una capital castellana para una auditoría de un área de la que a lo mejor te tienes que hacer cargo contra tu voluntad. A lo mejor.

Como introducción habías oído que en un encuentro al más alto nivel, un Director para romper el hielo (o cómo táctica, vete a saber) preguntó a su equipo si le gustaban los toros y nadie se atrevió a decir nada. Corría el riesgo de que corriera el escalafón según se fuera taurino o antitaurino. ¿Quién se atrevió a pronunciarse? De momento carraspeos, toses, silencios, hasta que se intuyó que lo conveniente era que gustaran los toros.

Termina la auditoría ¿Cómo estuvo? Si echas limón, malo, porque tendrás que ponerte manos a la obra para quitar limón y echar azúcar. Si de mano echas azúcar, empalaga porque añadirías dulce al dulce; mejor no echar nada, no vaya a ocurrir como con los toros. Acabaste echando un poco de sacarina (querer y no poder) para endulzar el potingue.

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