2012/01/21

CARAS Y CAROTAS EN EL FONTÁN

Algunos días no hay manera de leer el periódico en El Fontán, sí de comer el pincho de picadillo, no se vaya a enfriar, y de tomar la botella de sidra, no vaya a perder la chispa acostumbrada.

Ayer tomando otra sidra en otro antro (Díos mío, cuántas sidras, cuántos encuentros, cuántas ideas, cuántas personas) conociste físicamente a un reciente amigo del Facebook del que sabías únicamente por la realidad virtual. Ya su padre había sido compañero tuyo en el Seminario. Pues bien, este sábado en El Fontán, allí estaba también. ¿Cuánta gente cercana habrá pasado y pasará a tu lado sin que te des cuenta?

Aprovechaste para comentar una reciente esquela de un lenene de su mismo apellido. Te sacó de alguna duda.

Pasado el episodio, no tardaron nada en tomar asiento en la mesa contigua bajo los soportales (amanecía lluvia, no confirmada por suerte) unos sujetos a los que conoces de vista y ves sin ser visto o sin ser conocido, porque en caso contrario, sería temerario seguir con el mismo tono de voz. Sobre el arte o el vicio de cucar tienes pensado escribir algo si los acontecimientos y otras ocurrencias no te desbordan.

Ya te sorprende que no estén tomando la habitual sidra Fran sino la de su palo. Empresarios de la sidra y de lo que sea.

Algo pasa en el Hospital de Arriondas, de resultas de alguna particular visita reciente, que no van uniformados al gusto, y no se distingue el internista del cirujano, el enfermero del ATS, el ordenanza del celador, y no son legibles las placas con su nombre y categoría. Deberían estar identificados con nombre y apellidos para que ante cualquier barullo se pudiera decir que quien aseguró tal cosa era fulano de tal y no el de la bata verde que pasaba por allí. Afán lógico, acentuado si hay intereses en el mundo de los uniformes y el mantenimiento. Hay nueva dirección económica en el Hospital Monte Naranco, buena gente según dicen. Habrá que concursar.

A veces habla uno y no sabe quien lo oye, y escribe uno y no sabe quien lee. Unos se cortan y otros no.

Conclusión: para la corrupción (¿o es la libre concurrencia?) nunca habrá norma suficiente más allá de la conciencia, la avaricia y la ambición.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aquellos polvos traen estos lodos.