2012/01/02

CRISIS, PRUDENCIAS Y OTRAS SENSACIONES

Como estos últimos años, después de tomar una copa de despedida con tu madre, con tu hermana (y que no se te olvide el cuñao) coges el último tren del año en Oviedo para comer las uvas en Lugo de Llanera. Que el último tren del año salga a las nueve menos cuarto expande una sensación de tristeza en el andén. Subes al tren. Los viajeros permanecen sentados y en silencio, nadie se enfunda gorros ni cuchufletas. Lo comentas con el vigilante de seguridad (odias que se diga segurata, no estás de acuerdo con ese tinte despectivo) que te invita a observar los rostros serios y hasta las caras largas de la gente, y eso que van en teoría a disfrutar de la cena de Nochevieja. “Mucha gente tiene un motivo para odiar estas Fiestas”.

Oyes que este año la gente salió menos en las Navidades, que hubo menos fiestas, que se gastó menos. Debe ser verdad cuanto tanto suena el río.

Intentando aportar algún dato estadístico, lees que la población asturiana ocupada en el tercer trimestre del año 2012 es un cuatro por ciento inferior al mismo período del año anterior. Por hablar de cifras absolutas, la población ocupada alcanzó la cifra de 396.800 personas.
http://www.asturestad.es/es/portal.do;jsessionid=F019030DCB47F9923BA087AE9B5B46DA

Tienes, sin embargo, la impresión de que la gente dejó de salir o de gastar más de un cuatro por ciento, y te refieres en este momento a los saraos colectivos, a fiestas organizadas, a esas comidas y reuniones variopintas que se celebraban los últimos días del año alrededor de una mesa.

¿Por qué?

Además de psicosis encuentras algo más. Si en un colectivo de veinte o cuarenta personas que se juntaban, una o dos quedan al paro, esos directamente afectados tienen argumentos para suspender su asistencia (ese año) a la fiesta, pero en cierta manera van dejando caer en el ambiente la conveniencia de no gastar con la que está cayendo. El resto, que no está sufriendo (todavía) las consecuencias no se decide a seguir adelante, un poco por solidaridad, pero sobre todo para que los más apretados no se incomoden por la tesitura de decir: yo no voy. A veces la relación de amistad no es tanta como para escotar la parte proporcional del reticente, que, por otra parte, se sentiría fatal solamente con que se le insinúe esa posibilidad. Al final no hay fiesta para el cinco por ciento, pero tampoco para el noventa y cinco restante.

Prudencias que ensanchan la crisis.

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