2012/01/05

De EL CUADERNO GRIS, de Josep Pla

“No tengo ninguna ambición y sería incapaz de dar un paso para tener una posición brillante. Me gustaría tener dinero, porque el dinero es la libertad, sobre todo en nuestro país; pero no del dinero cuya administración me hiciese perder demasiado tiempo o me produjese una forma de angustia triste y estéril. Prefiero la conversación con un comerciante, con un industrial, con un payés, con un veterinario, que con un colega.
(…)
Tengo una cierta capacidad de retención de lecturas y de libros; de las cosas que leo, lo que me interesó siempre más vivamente fueron los detalles, las cosas insignificantes y pequeñas. Me apasionan tanto las personas muertas como las vivas. La memoria histórica es mara mí tan real como la actualidad misma.
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Ya habrá observado que juzgo las cosas por la buena fe, por la tolerancia y el gusto positivo de entender y comprender a los demás. La mera presencia de un hombre determinado sobre la tierra ya produce bastantes gestos de incomodidad, de protesta, entre las personas de alrededor, para que valga la pena aumentarlos por propia y voluntaria deliberación. Vale más tratar de pasar desapercibido o, si quiere, señora, de pasar de refilón. Esto es especialmente necesario en países como el nuestro, que contiene tantos envidiosos, tantas personas que no pueden vivir por ellas mismas, tantos devoradores de los demás. En un momento determinado, me parece que la mejor manera de pasar desapercibido sería estar gordo, porque estar gordo imprime carácter y da un talante determinado.
(…)
Examinando mi genealogía, los futuros historiadores dirán, quizá, que he tenido poca suerte con mis antepasados. Los hombres juzgan las cosas por la brillantez y, aunque esta tendencia vaya un poco de baja, no se puede negar que son animales inclinados a deslumbrarse. La oscuridad de mis antepasados es segura, pero es un hecho que he heredado de ellos una tradición de hospitalidad y de sociabilidad. Mi fanatismo es muy diluido y no creo que haya llegado nunca a las cuestiones personales. Mi abuelo, Josep, llevó estas cualidades hasta las últimas consecuencias. En tiempos de la segunda guerra civil carlista, albergó en su caserón a oficiales realistas y carlistas declarados. No cerró nunca las puertas a nadie e hizo servir a todos la misma ternera con guisantes y el mismo estofado. Si aquellos pobres alocados se hubieses atrevido, se hubieran sentado en la misma mesa, pero el papel que representaban nunca se lo permitió y así, las muchachas de la casa tuvieron a menudo un exceso de trabajo sirviendo, a veces, cuatro cenas sucesivas y en diferentes sitios del edificio, a consecuencia de las discordias cívicas.
(…)
En definitiva soy un hombre de este país, del matiz marítimo de esta comarca europea, amigo de las medias tintas, de la lluvia y de la neblina, más irónico que dialéctico, más contemplativo que obstinado. Creo, en todo caso, que hay empeños más importantes”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre ye un placer leer a Josep Pla.
Min...