2012/10/23

LA IMAGINACIÓN

Siguiendo casi diaria costumbre, lees EL COMERCIO de Gijón mientras tomas un sidrero aperitivo y encuentras tres noticias que te dan pie para rendir tributo a los ocurrentes por esa imaginación que a veces echas en falta.

Ocurrente fue el conductor que colocó un maniquí de una Barbie en el asiento del copiloto para poder circular por el carril de alto tráfico reservado a los vehículos con más de un ocupante. El tío era un pillo, pero un pillo simpático, aunque a buen seguro habrá perjudicado en unos segundos a los conductores y usuarios de transporte colectivo que viajaban como es debido.

Ocurrente es, no el Ayuntamiento de Oviedo, que comienza a copiar una tasa por la publicidad que exhiben los grandes andamios, sino el primer funcionario o el primer político del primer ayuntamiento que maquinó la idea, que ni es buena ni mala, es neutra. Muchas reglas establecidas empezaron así y el tiempo les dio el aval necesario.

Por lo mismo, ocurrente fue el primero que aprobó una tasa por ocupación de espacio público a las entidades financieras por sus cajeros automáticos. Por la misma regla, habría que cobrar por los escaparates o por las pantallas de televisión a la calle cuando ocasionan atascos peatonales. Puestos a dar ideas, también por los carricoches, carritos de la compra o cubos de la basura.

Ocurrente, y perverso, fue Armstrong y todos los tramposos de una ingeniería genética de insospechadas consecuencias. Pasó de héroe a villano, aunque ese caso merecería un comentario aparte sobre la prescripción de los delitos, faltas e infracciones en general y las deportivas en particular.

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