2012/11/05

SIN PIEDAD

Cuando ves en la televisión algunas declaraciones de fallidos participantes españoles inscritos en la suspendida maratón de Nueva York o de jóvenes que habiendo estado en la fatídica fiesta del Halloween en el Arena de Madrid vuelven al día siguiente a otra macrofiesta, te asalta la imagen de aquella pareja resguardada del sol canario bajo una sombrilla a escasos metros del cadáver reciente de un subsahariano que no sobrevivió a su último viaje en patera.

No recuerdas si aquella pareja acabó ganando algún juicio por entender que la fotografía atentaba contra su honor o contra algún otro derecho fundamental. Es igual porque quedó en la retina de mucha gente. Aquella pareja seguramente se vio sorprendida por el fotógrafo. No pidieron posar. Únicamente les tocó la mala suerte de estar allí.

Diferente es el caso de estos dos grupos a los que te referías al principio. Muchos deportistas o aventureros con algún posible viajaron a Nueva York para correr la maratón. Nefasta coincidencia para ellos porque sobrevino la desgracia del huracán que azotó la ciudad más cosmopolita, y la carrera se suspendió no sin presiones y opiniones encontradas. Algunos, con desgarradora falta de piedad (no solo impiedad), se referían a la desgracia en términos tan tenues que malamente se podía intuir alguna compasión, desde luego ninguna solidaridad. En informativos posteriores, otros defraudados maquillaron su disgusto considerando que habría sido una buena oportunidad para rendir un homenaje a las víctimas.

Más frialdad demostraron otros jóvenes, algunos extranjeros, que habían estado en el Arena de la desgracia y afirmaron literalmente que no porque hubiera habido algunas chicas muertas ellas iban a dejar de asistir a otra fiesta, para la que quizá habían abonado la entrada.  

Unos y otros podían haber callado y no lo hicieron. Ahí está la diferencia con los que pasaban por la playa. La analogía, que la desgracia era extranjera.

Vas al diccionario de María Moliner buscando qué es la piedad: inclinación afectiva, con pena, hacia una persona desgraciada o que padece.

No tuvieron ninguna.

Ya se sabe que no levantaríamos cabeza que si tuviéramos que sufrir por todas y cada una de las muertes que sobrevienen constantemente en el mundo o simplemente en nuestro distrito. También es verdad que algunas muertes suponen una oportunidad: una herencia yacente que acabará despertando, un salto en el escalafón, un inquilino que libera una vivienda,.. El primer pensamiento reflejo ante alguna muerte puede consistir en una idea miserable, pero viene a cuanto decir con la teoría general del Derecho Penal, que con el pensamiento no se delinque. La palabra ya pertenece a otra fase, que puede ser intermedia o final, y expresar piedad nunca está de más, aunque debajo permanezca agazapado el más descarnado cinismo.

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