2013/05/29

FOROS, ROLES, JUEGOS

Hace unos días se celebraba en Oviedo un juicio, tan culebrón, que no sabes qué se ventilaba realmente. Por importante o interesante que sea, lo que se prolonga mucho o demasiado acaba siendo un culebrón, donde es imposible descubrir la cabeza, la cola y la dirección del movimiento. Era el juicio sobre los defectos constructivos del Palacio Calatrava de Oviedo.

Algún perito de una de las partes manifestó en el juicio que el Calatrava no era seguro, lo que originó la esperable alarma. Podría alegarse que es una declaración sin importancia, que son cosas que se dicen en los juicios en el legítimo ejercicio de defensa, pero también se utiliza para el ataque por aquello de la igualdad de armas. El Ayuntamiento pide esos informes pero de momento se los niegan por estar sub iudice.


Hace menos días un fiscal de la Audiencia Nacional, para sorpresa general, defendió que unos testigos declararan protegidos detrás de una mampara porque tenía información policial de que ETA podía volver a atentar. Un fiscal de la Audiencia no es un cualquiera.

  
En el mundo del Derecho, es conocida la frase “lo que no está en los autos no está en el mundo”. Quiere con ello decirse que por mucho que se sepa una cosa, si nadie la aporta en el juicio es como si no existiera “para el proceso”. Pese a los ejemplos judiciales anteriores, piensas su es posible la analogía contraria: “lo que está en los autos está en el   mundo”.

Hasta no hace mucho era posible que en un orden judicial se reconociera un hecho (que un vehículo había salido de la carretera, por poner un ejemplo) y en otro, se negara. El Tribunal Constitucional zanjó en su día la cuestión con una frase lapidaria y entendible: un hecho no puede existir y dejar de existir para distintos órganos del Estado.

Ese círculo quedó cerrado, lo que quedó abierto es que no todo lo que se dice dentro de la sala sirve para fuera, ni lo que se dice fuera para dentro.

Más recientemente, leías una carta al director de alguien que no se declaraba como cura, pero lo era, y no en una parroquia cualquiera. Escribía a cuento de una polémica, más de mal gusto que otra cosa, sobre el cambio de nombre de las vacaciones de Navidad y de Semana Santa.


En los tres casos anteriores y en otros muchos que la vida puede aportar, no se dice lo mismo en un juicio penal, que en un juicio civil, que en un informe aséptico, ni se utilizan las mismas armas o palabras cuando se ataca que cuando se defiende. El Fiscal de la Audiencia Nacional no es el Ministro del Interior ni juega el mismo papel, pero hoy por hoy los fiscales se rigen, entre otros, por el principio de jerarquía. Tampoco esperas que en una homilía el párroco se exprese en los mismos términos que en una carta al periódico.

Podría pensarse en cambios de chaqueta, en dobles caras, pero también en el menguante valor de las palabras. A lo mejor siempre fue así. Lo que se dice a unos, se niega, afeita o desfigura ante otros. Todo se comprende por los distintos roles que se desempeñan; a veces uno mismo puede jugar distintos papeles según el foro en el que actúe.

Se juega con las palabras y de paso se juega con la vida, en particular si de riesgos de derrumbes se trata.

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