2013/05/17

MARCO POPILIO

Marco Popilio Onyx fue un ciudadano que en el siglo I de nuestra era habitó en Alicante; él todavía no sabía que iba a ser Alicante. Era en realidad un ciudadano romano que vivió en la Lucentum romana. Conocemos de la existencia de Marco Popilio por la inscripción que en una lápida de piedra se conserva en el yacimiento arqueológico de El Tossal de Manises, en la antigua ciudad romana de Lucentum, que forma parte del conjunto del museo arqueológico provincial. Les invito, por supuesto, a que cuando vayan a Alicante no solo disfruten de sus playas, sino que también conozcan nuestros tesoros históricos. Por esa inscripción sabemos que Marco Popilio era un benefactor de la ciudad; fue un ciudadano que sufragó la construcción de las termas de la ciudad y de un templo que allí se erigía y por ello también hemos de suponer que era un ciudadano rico. En esa suposición es fácil imaginar que Marco Popilio pudo dejar una importante herencia a sus herederos: su vivienda habitual, fincas rústicas o urbanas donde se dedicaba a sus negocios y cuya propiedad era además de todos conocida o, como decían entonces, era vox populi. Quizás también dejó algún dinero, seguramente denarios, en algún lugar celosamente guardado y que solo sus más allegados conocían. Con todo, aun siendo un ciudadano rico y a pesar de tener posiblemente todas esas propiedades, para sus herederos no fue difícil conocer cuál era el caudal hereditario, en qué consistía la herencia.
Como digo, en aquella sociedad, que era avanzada pero en cualquier caso menos compleja que la actual, los bienes eran notorios y evidentes. En los siguientes dos mil años prácticamente, podemos decir que tras la muerte de Marco Popilio, aunque la sociedad y la economía se fueron haciendo cada vez más complicadas, esas circunstancias comunes al fallecimiento y la sucesión hereditaria en cuanto respecta a la identificación de las propiedades o los bienes del difunto no cambiaron demasiado. Como digo, a lo largo de esos veinte siglos era todo bastante evidente y notorio; aparecieron los registros públicos, inmobiliarios y mercantiles, aparecieron las entidades bancarias, en donde se abrían cuentas corrientes, de ahorro y otros depósitos, pero básicamente era todo fácil de encontrar, era todo accesible a los herederos; así hasta los últimos veinte años, señorías. En estos últimos años la aparición de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación han cambiado radicalmente la manera en que nos relacionamos con el mundo económico. La relación con la sucursal bancaria hasta hace poco era una relación evidente; toda la familia sabía cuál era el banco en donde se guardaban los ahorros y era notorio para los propios empleados de la oficina, que conocían a los clientes, e incluso para los propios vecinos, que se encontraban unos y otros en el patio de operaciones de la sucursal. Pues bien, con la llegada de Internet a los hogares y a las familias esto pasa a ser una relación que se puede gestionar con la mayor discreción; se opera desde casa o desde el lugar del trabajo sin que los empleados del banco nos conozcan y en ocasiones sin que los familiares tengan la menor idea de qué cuentas bancarias tenemos, en qué valores hemos invertido o qué banco o entidad ha ejercido de intermediario financiero. La utilización cada vez más común de estos medios electrónicos y la pluralidad de las operaciones que se pueden formalizar a través de ellos, junto con la discreción que permite su uso, puede hacer extraordinariamente complicado, en caso de fallecimiento, que los legítimos herederos compilen toda la información económica del fallecido, sus cuentas corrientes, sus saldos, sus depósitos, valores, etcétera.

El texto anterior no es de tu cosecha. Lo sacaste al tuntún de una intervención del diputado popular alicantino José López Garrido en uno de los últimos Plenos del Congreso de los Diputados. José, tan contrario ideológicamente a Diego López Garrido, comparte con él apellidos y oratoria. Podría pensarse que no pagamos a los diputados para que den lustre a su retórica, sino para que resuelvan los problemas inmediatos de los ciudadanos, pero también gastamos nuestro dinero en programas basura, insustanciales pinturas o anodinas poesías. Algún diputado merece un minuto de gloria y que se rescaten algunas frases o ideas brillantes de los polvorientos Diarios de Sesiones, donde seguirán por los siglos de los siglos.


Véase la página 34, que trata de la creación de un mecanismo que permita a los herederos conocer los depósitos bancarios y las participaciones en los fondos de inversión. ¡Para lo que hay que remontarse al alicantino Marco Popilio! También serviría la inolvidable frase de Federico Trillo ¡manda huevos!.

No hay comentarios: