2013/06/05

ANTONIO MUÑOZ MOLINA, EL PREMIO ENCONTRADO Y OBJETO PERDIDO

No es necesario que escribas demasiado sobre tu interés por la obra del recién premiado Príncipe de Asturias de las Letras. Baste con comprobar, a la derecha de estas líneas, que es un escritor que sigues diariamente a través de su página Escrito en un instante.

Tienes leídos varios libros suyos y será el momento de leer alguno más. Muñoz Molina te gusta como escritor de novelas, como columnista, como bloguero, como pensador; por ósmosis, hasta te gusta (metafóricamente) Elvira Lindo, su santa, como ella predicó, en masculino, de él durante tanto tiempo.

Tienes una deuda con su mundo: nunca pusiste los pies en su Mágina-Úbeda. No te pilla de paso en las vacaciones cuando tiras hacia el sur, hay que desviarse unos cuantos kilómetros, y tu santa (siempre hay una santa en la vida de uno, y si no, malo) nunca ve el momento de perder/ganar esas horas para cumplir esa ilusión. Quizá sea mejor así, que siga siendo una utopía.

En uno de sus últimos artículos, refería un hecho corriente: la pérdida de su ordenador personal en un aeropuerto, el sudor frío consiguiente y el respiro final cuando se lo entregaron gozosamente en el aeropuerto de destino.

Llegados a este punto, también tienes algo que contar sobre los objetos perdidos, las oficinas que los registran, los almacenes que los alojan, y el ejército que se mueve para, a veces, poder recuperar un objeto extraviado/encontrado y que pueda llegar a su propietario.

Como durante un tiempo bastante prolongado te encargaste de gestionar directamente una oficina así, redactar la normativa local, difundirla y aplicarla, alguna experiencia agradable y desagradable puedes contar.

Como agradable, el de una guapa moza de Ablaña que perdió un paraguas recién comprado. Alguien le dijo que había aparecido, y así había sido, y le concretó que estaba depositado transitoriamente en determinado punto, pero al ir a retirarlo, el paraguas objeto de deseo, tristeza y alegría, había desaparecido. Nadie está obligado a encontrar un objeto perdido, pero sí a conservar el objeto que se sabe y se comunica como encontrado. Hubo que conseguirle un paraguas similar. Respuesta de la interesada: al día siguiente entregó personalmente una caja de bombones que repartiste muy sabrosamente entre el personal de la dependencia.

Como experiencias desagradables, muchas, las de todos los que pierden algo y no asumen que solamente ellos tuvieron la culpa, pero la culpa es soltera y nadie la quiere.

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