2014/08/05

LA TORRE VIGÍA, de Ana María Matute

Tal como dejaste escrito, llevaste para la playa un libro de Ana María Matute, fallecida este año. Cuando, unos días antes de marchar, pasaste por la biblioteca, ibas pensando en Olvidado Rey Gudú, pero no estaba disponible, así que cogiste de entre lo que había en las estanterías una obra de tamaño ligero, que resultó ser La torre vigía.

No te gustó, quizá porque venías de leer a García Márquez con su prosa sugestiva y exuberante. Es una pena catalogar a un escritor por una única obra pero quizá no le vuelvas a dar otra oportunidad.

Narra los años de formación de un caballero medieval. Por momentos te pareció que abusaba exageradamente de las comas, ese pecado que detectas en muchos escritores aficionados de cuentos. Por si no lo habías escrito nunca, no te gustan ni la pornografía ni la recreación de la violencia, ni en la pantalla ni en el papel. Para más inri algunas vísceras salpican la letra impresa.

Acercó más el barón el collar, en la afilada punta de su lanza, al joven y éste intentó apartar el rostro. Aquel gesto levantó toda la furia de Mohl. Retrocedió en su montura, cimbreó su lanza y cargó sobre el muchacho, atravesándole la boca: igual que si del ejercicio del anillo se tratara (y que con tanto gusto solía presenciar). Lo llevó a cabo tan certeramente, y con tan singular puntería dio una y otra vez en blanco, que, a poco, una masa sanguinolenta y viscosa sustituía a aquella boca fresca, descarada y riente, que tanta pasión –aunque más dulce- despertara otrora en mi señor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para la editoriales es una suerte que mueran algunos de sus viejos autores para reanudar las ventas: José Luis Sampedro, García Márquez, Matute... Otros, como Gonzálo Torrente Ballester, que hace mucho que murieron, han pasado al olvido. Nos movemos conducidos a golpe de publicidad, a golpe de premiados. Hay quien lee lo que está de moda, igual da que sean las 50 sombras de Grey, que 100 años de soledad, como se pone un pantalón raído, por las ingles, aunque tenga unos muslos como el contorno de una mesa camilla, como se hacen tatuajes y se colocan aros en la nariz.