2015/07/10

OPINIONES DE UN PAYASO, de Heinrich Böll

Una obra maestra en pasar de los concreto a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto, tal como se define en una de sus frases enigmáticas o contradictorias y paradójicas: 
“El sentido de lo cómico consiste en representar al hombre en situaciones de tipo abstracto, de las que se deduzca su propia verdad, no una verdad ajena a él”.
La novelita cuenta la historia de un payaso o una persona, no sabes bien en qué aspecto poner el acento. Se debate entre la realidad y la ficción. Observa escenas de la vida real que se apresta a ensayar como números cómicos: la reunión del consejo de administración (su padre es miembro de muchos) o  el obispo que pone y quita adminículos sin parar.

Nuestro payaso sufre una lesión en la rodilla y a partir de ahí cae en picado vital y económicamente. No puede seguir actuando, sus ingresos se ven reducidos a la minimísima expresión hasta el punto de acercarse al umbral de subsistencia. El orgullo de la familia le impide pedir ayuda con claridad, pero cuando la recaba, no la recibe con la rotundidad que esperaba de su estirpe.

El payaso va evolucionando hacia la nada. De actuar en un escenario con triunfos discutibles (cifra el éxito en que unos silben y otros aplaudan) pasa a prepararse para mendigar unas monedas en una escalera de una estación de los ferrocarriles alemanes, para lo que estudia la descuidada pose, las monedas-cebo y el cigarrillo-reclamo después de fracasar en el amor y en los escenarios.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Payasos y fracasos. Un clásico. De actuar en un escenario con triunfos discutibles, pasar a mendigar y no digo ya justicia. Pueden ser favores y privilegios. Pasa siempre cuando se pasa se una situación privilegiada, a una igualdad como en justicia nos corresponde. Les pasa a los políticos que no se quieren apear de su machito. Ellos hacen las leyes. Y quien hace la ley hace la trampa. Del político para abajo también hay perdidas de privilegios, con derecho al pataleo. Verlo aplicar a los demás nos solidariza con el socialismo, con el derecho constitucional, con la justicia. Podemos ver estas situaciones en el cine, emocionarnos con un libro, pero cuando nos toca sufrirlo en la vida real, donde la situación es mucho más prosaica, de poco sirve el derecho y la justicia, si nos castigan con la igualdad. porque es como un castigo, como una degradación, como una humillación, como un desprecio a nuestra persona. Cuando esa pérdida de privilegios nos afecta a nosotros mismos, ya no nos interesa el socialismo, ni la igualdad, ni la justicia, ni el derecho. Libre competencia, o corrupción: el fin justifica los medios. Cuando perdemos nuestros privilegios nos sentimos como payasos de los que se ríe la gente. Y las más de las veces es sólo aplicar justicia. Porque los privilegios de unos, son las carencias de otros. Otra cosa es predicar. Lo que falta muchas veces es buena voluntad y un jefe que exija, al menos cumplir. 'Miras para ti y para los tuyos, piensas en la saturación de los juzgados, en las listas de espera de los hospitales, en la demora de muchos trámites administrativos y, sí, será verdad que hacen falta medios, ordenadores, impresoras y modernas instalaciones, pero estás absolutamente convencido de que si todos los empleados públicos cumpliéramos el horario, bastantes cuellos de botella desaparecerían.'

Anónimo dijo...

La opinión de un payaso: Si el ministerio de justicia tuviese los medios que tiene Hacienda, igual se podría impartir justicia de una manera más legal. Si no se hace, será porque no interesa hacer justicia. ¿Cuántos implicado hay en casos de corrupción en España, de cualquier partido? ¿Cuántos condenados hay? ¿Cuántos están en prisión por delitos mucho menores? La culpa será de la falta de medios. O de que los funcionarios de justicia no cumplen el horario. Ni tampoco los médicos de la Seguridad Social, para favorecer a la sanidad privada. A lo mejor -a lo peor- no hay intención en que ciertos sistemas sean más eficaces. Y ya que trabajas en la empresa pública, seguramente no hay intención de que esa empresa funcione mejor. Otra cosa sería que tuvieses que vivir de lo que se recauda en taquilla. No interesa tampoco. ¿Esto es socialismo, o malversación de dinero público? ¿Faltan medios, o sobran enchufados incompetentes? Faltan gestores competentes y jefes que ejerzan como tales y no estén a la orden de los sindicatos.

Anónimo dijo...

El miedo de que Podemos alcance cotas de poder en la política española, no debe ser mayor que el que tenemos con las alianzas entre Podemos y el Psoe. Para poder hundir a España en la miseria no hace falta que entre Podemos. Para ejercer de abogado hace falta ser licenciado en derecho, recibir un curso de dos años en la escuela de prácticas jurídicas y colegiarse. Y lo veo bien. Si se quiere ejercer la medicina, hay que licenciarse en medicina, aprobar las oposiciones de MIR y cuando lo termines, puedes ir al paro o a otro país aejercer. Para ser político no hace falta una formación específica. Hay Facultades de Ciencias Políticas. Uno puede ser médico y político. Y no quisiera que me diagnosticase ni un constipado, tampoco que me gestione la vida pública de mi región. ¿Confiaría uno la salud de su hija al carnicero del supermercado de la esquina, o eres capaz de pagar, en una clínica privada, a un cirujano de reputación? ¿Confiaría uno la reparación de su coche a uno que no tiene idea de mecánica de coches? Para ser directivo de una empresa pública basta con ser sobrino, primo, hermano, cónyuge, amigo, de uno que esté en un buen cargo, aunque sea del sindicato y es gerente, o jefe de cualquier cosa de la que no tiene ni puta idea. Uno puede ser jefe de personal sin tener empatía, ni puta idea de derecho laboral. Uno puede ser gerente de organización sin saber organizar ni el cajón de la mesilla de su dormitorio, y no pedimos ya que tenga un curso de administración de empresas, ni un máster de organización empresarial, pero sí sentido común para resolver los problemas que se le presenten por la responsabilidad de su cargo. Ya no hace falta que llegue Podemos al poder para que haga deficitarias ciertas empresas públicas. Pero igual se empeñan en nacionalizar las empresas de Amancio Ortega (hijo de un ferroviario vallisoletano afincado en Busdongo de Arbás, León, 1936) con una plantilla de unas ochenta mil personas. Amancio quedó destrozado cuando a sus 12 años, un tendero le dijo a su madre: 'Señora Josefa, lo siento mucho, pero ya no le puedo fiar más dinero.' Él dejo sus estudios y empezó a trabajar como dependiente en una camisería, en La Coruña. Hoy le estudian a él y su modo de producir, en las Facultades de todo el mundo. Y ni Ortega reflotaría ciertas empresas públicas, por la cantidad de designaciones a dedo, porque a fulanito no se le puede exigir porque es el pariente de... y hace lo que le sale de los... y le paga el Estado, que somos todos.