2017/05/02

MOSÉN

La muerte de Mosén (José Luis Sánchez Díaz) te recordó episodios y vivencias de tu último año en el Seminario. Entró en el Prado Picón como vocación tardía, después de alguna experiencia religiosa en Cataluña, de ahí el nombre de Mosén, con el que era conocido, quizá a petición propia.

http://www.elcomercio.es/gijon/201705/01/fallece-canonigo-covadonga-recupero-20170501003158-v.html

Viviste aquel último año no solo debatiéndote entre una gran contradicción personal, sino agitado por la gran duda o la gran contradicción que vivía el (futuro) clero asturiano entre la tradición y el progresismo social. De todo había en aquel curso. Mosén representaba la espiritualidad y las tradición litúrgica, que defendía con vehemencia, con una mirada penetrante, frunciendo el ceño y torciendo el gesto, aunque piensas si esto no sería consecuencia de un conato de sordera. Otros de aquel curso tan variopinto, tan impulsivos como Mosén, no solo se inclinaban hacia la doctrina social de la Iglesia sino que militaban en partidos o en sindicatos entonces ilegales. Los debates eran tremendos. En las misas de entonces, después de las lecturas de las Escrituras o del Evangelio no seguía una homilía sino una tormenta de ideas. Como la Biblia da para todo, unos días había materia para los conservadores y otros para los progresistas. Un ejemplo para estos era otro Mosén, Mosén Xirinacs, tan de moda entonces para cabreo de nuestro Mosén. .

En el funeral el Arzobispo oficiante proclamó que José Luis había sido un cura 'sin zalamerías'. Un retrato ajustado.

Caminando por el Naranco antes del funeral, pensabas en todos tus compañeros de promoción. Todos los que culminaron aquella etapa llegaron a ocupar responsabilidades importantes.  Por la tarde leías 'La tregua' de Benedetti, casualmente por esta página...

Qué sería de mí, en este día, si hace veinte o treinta años me hubiera decidido a meterme de cura? Sí, ya sé, el viento me levantaría la sotana y quedarían al descubierto mis pantalones de hombre vulgar y silvestre. Pero y en lo demás? Habría ganado o habría perdido? No tendría hijos (creo que habría sido un cura sincero, cien por ciento casto), no tendría oficina, no tendría horario, no tendría jubilación. Tendría Dios, eso sí, y tendría religión. Pero, es que acaso no los tengo? Francamente, no sé si creo en Dios. A veces imagino que, en el caso de que Dios exista, no habría de disgustarle esta duda. En realidad, los elementos que él (o Él?) mismo nos ha dado (raciocinio, sensibilidad, intuición), no son en absoluto suficientes como para garantizarnos ni su existencia ni su no-existencia. Gracias a una corazonada, puedo creer en Dios y acertar, o no creer en Dios y también acertar. Entonces? Acaso Dios tenga un rostro de croupier y yo sólo sea un pobre diablo que juega a rojo cuando sale negro, y viceversa.

El libro que espera al de Benedetti es "Elogio de la duda", de Victoria Camps. Menuda...




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